Historias mínimas: Dafne

 

2016-04-13-1601_r

Cada vez que recibía su regalo, el obsequio venía con algo más también. Una especie de máxima pena que pagaba vaya a saber por qué culpas. La soledad le lamía la cara, se le metía por dentro y cada tanto salía para besarle los ojos. Y en esos instantes sentía un peso ingrávido y asfixiante. El peso acumulado y repentino del total de cada una de sus decisiones. A veces una lágrima seca y vieja se le escapaba. A veces la tristeza se enrulaba a las horas.